martes, 30 de junio de 2009

Los camareros de Madrid

Qué les pasa a los camareros del centro de Madrid que con tanta delicadeza y educación me tratan. "Bienvenido señor", "al fondo hay sitio, caballero", "siéntase como en su casa, joven". Ya basta, por dios. Intuyo que en este extraordinario comportamiento algo tendrá que ver el hecho de que sea temporada alta para el gremio, la magnitud del colectivo guiri por las calles de la capital en busca de jamón y torreznos y, claro, la crisis que provoca una actitud fidelizadora en el profesional de la hostelería.

No obstante, a mi ya se me fidelizaba antes, cuando los camareros hacían cosas de camareros lejos de la presuntuosa amabilidad actual. Cuando al entrar en un antro observabas al mozo haciendo labores de cirujía sobre el jamón y el lomo colgados de la pared y cuando ese mismo maestro del ibérico dejaba transcurrir un par de minutos para que reflexionaras si, de verdad de la buena, lo que querías era una caña. Lo de estos días es un acoso y derribo, similar al de los dependientes de las tiendas de moda que van a comisión por venta y que acaban provocando compras perfectamente inútiles, como un chaleco.

Por eso reclamo la vuelta a los orígenes. Aquellos en los que se protestaba una tapa repetida y se peleaba por una vuelta, después de que el camarero hubiera ilustrado a los presentes con clases magistrales sobre economía, política interior, relaciones internacionales y, por supuesto, deporte y sexo. Y todo ello sin dejar de atender a la cantidad precisa de cerveza y espuma que distingue a una caña bien tirada de vulgares imitaciones.

¡Por unos bares con servilletas de papel por el suelo y terrazas desatendidas!


2 comentarios:

Anónimo dijo...

sí sí..pero luego bien que cuando no atienden te piras a la primera de cambio, y sin pagar la caña..;)

Anónimo dijo...

Es que profesionales como Falo ya quedan pocos, jojojo