Snatch, amiguitos y don vitos

Uno pensaba, en su desgracia, que quienes manejan los hilos del poder eran en la forma encantadores y en el fondo temibles, como corresponde a todo sujeto que abraza contra su pecho semejante responsabilidad social. Imaginaba reuniones clandestinas que acaban a tiros bajo los puentes y acuerdos con apretón de manos en la mesa de un restaurante donde el lujo no está exento del ambiente familiar al que obliga el sindicato del crimen. Ya saben, demasiada gente, demasiado cotilla. Mal negocio.

He visto suficientes películas de gánsters como para tener fresca esta imagen de honorable criminalidad. Es más, sigo teniendo muy presente la reflexión que Vinnie Jones nos ofrecía en Snatch, Cerdos y Diamantes: “joder, hablar bien no cuesta una puta mierda”. Y, sin embargo, buena parte de mi construcción mental se ha ido al garete porque un archivo judicial de 17.000 páginas hecho público ayer y leído con sorprendente rapidez en las redacciones de los medios de comunicación de este país, viene a confirmar lo que sospechábamos cuando el pasado 22 de abril leíamos aquella conversación de “amiguito del alma, te quiero mucho hijo de puta”, etc.

El polifacético Jones saluda a Dennis Bergkamp en el transcurso de un partido.

En efecto, con su clarividencia mental el ex central de la Premier merecería una amnistía y, si me apuran, un asiento en la Real Academia de la Lengua. Al menos por comparación con sus colegas delincuentes españoles, personajes dignos de caricatura que ponen el chiste demasiado fácil cuando sacan a la luz su simpatía por el capo de los Corleone, “Don Vito”. Cutrería ibérica. Imaginación de todo a cien.