viernes, 8 de febrero de 2008

Lo llamaban El Sabio

Dos frases que rechinan en los oídos y dejan un zumbido similar a un post-concierto:

  1. Es que Luis es así, todos le conocemos.
  2. Ya sabemos cómo es el temperamento de El Sabio.

No son literales, sólo perífrasis, pero joden. Sospecho que la actitud de los periodistas hacia algunos personajes públicos trasciende a la mera crítica, para bien o para mal, profesional. Es la única explicación para entender el compadreo y la compresión de tantos y tantos tertulianos con el seleccionador nacional durante injustificado tiempo. Así quitaron hierro a que “usted es mejor que el negro de mierda”. Luis es así. Les llevó a olvidar con prontitud su promesa de abandonar la Selección tras su paupérrimo Mundial. Luis se merece la revancha. O a celebrar con inusitado entusiasmo la clasificación para la Eurocopa de este verano dado el potentísimo grupo de clasificación que nos había tocado. También les lleva a justificar los actos de ese impresentable aplicando un prisma que al resto de los mortales se nos antoja indecente.

Luis Aragonés engaña desde su sobrenombre: El Sabio. Es como si a Ahmadineyad le llamáramos “El Demócrata” o a Henry Kissinger “El Premio Nobel de la Paz”…

Su excelso palmarés se resume en 4 copas del Rey, una Intercontinental y una Liga, conseguidos estos últimos allá en la década de los 70. En esa vorágine de comparaciones a Del Bosque habríamos de llamarlo “El Triunfador” o a Rafa Benítez “El Estratega”.

Luis engaña cuando dice que “Raúl volverá cuando considere que esté bien, y tal”, cuando es vox populi que esa relación se rompió en Alemania. Engaña cuando afirma que “llevo a los que considero que están mejor, y tal” y convoca a cinco jugadores del Valencia que, en efecto, está realizando una temporada que se confunde con la perfección. Y engaña cuando dice que “Luis tiene fecha de caducidad…” porque esa fecha pasó hace un año y todavía le tenemos que soportar.

El episodio en Onda Cero con Alfonso Azuara es bizarro e impresentable. El discurso del seleccionador se resumió en “cobarde y mentiroso” y “las churras y las merinas”, todo ella claro está, voz en grito y sin la necesidad de conjugar verbo alguno. Su poder se basa en la repetición constante e incesante que actúa cual martillo en la cabeza y al principio genera sorna y luego patetismo.

Si al responsable de ese discurso lo continúan llamando “El Sabio”, “El Ignorante” debe ser un gilipollas de mucho cuidado.

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