miércoles, 12 de marzo de 2008

Deslealtad

El funcionamiento interno de los partidos políticos rescata los peores vicios de nuestra sociedad. Cinismo, hipocresía, envidia, todo ello cabe en ese pequeño mundo donde los egos están tan acrecentados que el convencimiento se produce por anulación del contrario y no previa discusión de, que sé yo, ideas por ejemplo.

El PP ha demostrado esto último ayer mismo, cuando Mariano Rajoy decidió continuar al frente del partido después de la reunión del Comité Ejecutivo del mismo. Según cuentan, allí hubo un respaldo unánime a la postura de su líder y todos declararon que la decisión de Rajoy fue la mejor que se podía tomar en función de las circunstancias. Pero de eso nada. Si hace tres meses destacados dirigentes de ese partido clamaban por hacerse un hueco en las listas electorales era precisamente para tener una posición destacada desde la que tomar el relevo de Rajoy. Si entonces se pusieron tan bravos para defender la necesidad de su inclusión en las citadas listas, no se entiende que ahora, tras un nuevo fracaso electoral, arropen sin discusión al perdedor.

Pero esa es la dinámica del Partido Popular. La lealtad significa afirmar lo que esperan de tí, lo que quieren escuchar, aunque ni lo creas ni pienses que es lo mejor para el partido del que formas parte. Las pocas voces que alguna vez han hablado de autocrítica brillaron ayer por su ausencia, en el momento más oportuno para escucharlas. Y eso no es más que la esencia de la deslealtad.

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