viernes, 12 de septiembre de 2008

El diluvio y la limpieza

Hay una máxima meteorológica en los veranos mesetarios y que tiene que ver con su situación geográfica. En Madrid el calor es más seco. Esta realidad no se le puede escapar a nadie. Yo, sin duda, lo tengo muy en cuenta porque durante mis estancias por aquí, mi tocha puede finalmente realizar la función primigenia con la que fue creada. En Asturias, sin embargo, me veo obligado a espirar y dar salida a las remesas de kleenex que se agolpan en las estanterías de los supermercados. Mi pituitaria es muy sensible a la lluvia del Principado, pues en Madrid las precipitaciones son ocasionales, aunque eso sí, tienen un fin supremo: limpian el ambiente.

Claro que a veces se pasan y como la otra madrugada, cae un chaparrón de órdago y se inunda la M-30, las bocas de Metro. Las calles, en general. También limpia el ambiente, pero los ciudadanos somos menos tolerantes con esos aguaceros, porque nos dificulta el día a día. Vamos, que somos más partidarios de la limpieza de ambiente tranquila.

A Solbes le da un poco lo mismo. Si llega la tormenta pero sirve “para limpiar la economía”, pues estupendo. Será que tiene coche oficial anfibio y para él las inundaciones son una nube caprichosa, que además, tiene dimensiones internacionales y afecta aquí pero mucho más, allá. Yo, a veces, para no caer en la resignación, me tomo unas pastillas que palian el agobio respiratorio. No sé si me explico...

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