Les supongo al cabo de la calle de la tormenta doméstica levantada por las afirmaciones de la prensa sobre el presunto plagio realizado por Enrique Bunbury del poeta Pedro Casariego y su posterior justificación.
En sociedades maduras, este victimismo resignado trituraría al músico que se ufanase de sostenerlo, pero el fanatismo es inmutable a cualquier argumento.
Fiel a los manuales clásicos de estrategia, minimiza sus puntos débiles y saca el máximo partido de sus fortalezas: convierte un problema sociocultural que le desborda en un banal debate de reproches personales y lloreras infantiles.
Así que, el 9 de septiembre, Bunbury respondió a las sugerencias de plagio que se le hacen y afirmó: "No esperen nuevos anuncios de discos en el día de hoy, no tiene sentido improvisar y escribir todos los días nuevas canciones". Si, total, "dos frases no hacen un plagio". Insuperable.
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