sábado, 10 de octubre de 2009

Nobel de la prisa

Dichosos los premios Príncipe de Asturias que en su aventura galardo-mediática han perdido los papeles y cualquier tipo de criterio y, a su paso, han arrastrado a los afamados Nobel en esa espiral de oportunismo y chamusquina que, al parecer, es inherente a la condición misma de cualquier galardón.

Desde que a Miguel Delibes le dijeran aquello de “escríbase algo para el año que viene que no tenemos a quien dar el Planeta” y tras constatar la superficialidad cuando a Camilo José Cela le otorgaron el Cervantes apenas seis años después del Nobel, lo de las distinciones es como para tomárselo con cautela. Más aún cuando hemos conocido el nombre de la Nobel de Literatura de este año, Herta Müller, una escritora perfectamente desconocida. Tiene razón Fernando Ónega cuando afirma que, últimamente, este galardón se lo habría que dar a aquellos que conocen al premiado.

Consideraciones literarias al margen, la academia escandinava ha querido coronar la corte de distinguidos de 2009 con la proclamación de Obama como adalid de la paz. Entre los méritos del presidente americano se encuentran sus decisiones de cerrar Guantánamo (aunque no sepa cómo hacerlo), su intención de enterrar la era de las armas nucleares (un éxito palpable en Irán) y el impulso a la paz entre israelíes y palestinos, causa recurrente. Entendemos que en ese bagaje no entran medidas como incrementar la presencia militar estadounidense en Afganistán, país que la comunidad internacional reconstruye cuando encuentra un rato entre ataque y ataque talibán.

Particularmente, no veía semejante demostración de voluntarismo desde que el presidente de nuestro Gobierno, parafraseando a George Bush, dijera aquello de “el pesimismo no crea ningún puesto de trabajo”. Al menos ahora sabemos que para el prestigioso jurado de este certamen los discursos y buenas intenciones son tanto como los hechos y las acciones concretas. Obama a la altura de Teresa de Calculta.

Aunque tampoco deberíamos descartar que en ése comité de sabios cohabite algún miembro del Partido Republicano, empecinado en loar con todos los medios a su alcance la figura de su presidente, de tal forma que en la posible caída, todo el planeta tenga bien presente la abismal distancia entre la imagen oficial y la oficiosa del líder del mundo libre. A falta de problemas, el Nobel de la Paz supone otra carga ética con la que tendrá que cargar en los próximos tres años y medio el primer afroamericano que pisa el Despacho Oval cada día para otra cosa que no sea pintarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El año que viene creo que está nominado Falete para el Nobel de la Paz. Por su mediación en el conflicto del Sueño de Morfeo.