viernes, 2 de octubre de 2009

Olimpismo electoral

Para fortuna de un buen número de gente (entre ellos no están los miembros del COI) en unas horas se decide cuál será la sede olímpica de 2016. Y, al margen del enorme interés que este hecho ha despertado, no me resisto a imaginar cuales serán las consecuencias políticas del empecinamiento personal del alcalde de Madrid. Con el fallo, al PP se le acaba esa balsa de aceite en la que se había convertido la otrora aclamada disputa Aguirre-Gallardón, pues tras la realidad de la decisión del Comité, las ambiciones volverán a ser las de siempre; suceder al que está. Usease, Mariano.

De tal modo, en los próximos días, sino hoy, veremos qué hay de cierto en los confidenciales que meses atrás señalaban esta fecha como la de caducidad del regidor madrileño. Después de su exhibición de aflicción en Singapur hace cuatro años, no sabemos si la salud de Gallardón resistirá otra mala noticia. O, peor aún, una buena.

Como tampoco sabemos si Rajoy podrá con cualquiera de las dos reacciones. Porque a falta de conflictos internos abiertos, lo que le quedaba al bueno de Mariano es que su alcalde más mediático dimitiera y entonara el llanto público de quien ruega, con juvenil insistencia, una oportunidad en la política nacional. Desde luego, campaña mayor de la que ha realizado con los Juegos Olímpicos, no puede hacer. Así que yo tengo una corazonada, pelín distinta a la generalizada. Pero corazonada.

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